Le faltarán, al menos, un par de centímetros para alcanzar la barra del trapecio. El anciano se reclina en su cama del asilo y mira el trapecio largo rato, pero no se rinde. Con más ánimo que fuerza se incorpora una vez más, y van quince esta mañana, para intentar su objetivo.
Quiere llegar a la barra, levantarse y caminar ayudado de su bastón, y así demostrarle a su hijo que puede volver a vivir en su piso. Esa meta le anima a moverse y esforzarse cada día.
Lo que el anciano no sabe es que su hijo vendió el piso hace meses, con la certeza de que su padre no se repondría nunca.
- Presentat a Relatos en cadena 2014-15.