– ¿Habréis acabado a las 8? – pregunta Rosa a Alberto, al volver de comer.
– Seguro, hoy no te fallaré.
Rosa sale de la sala de proyectos y regresa al laboratorio clínico, mientras Alberto empieza a preparar las muestras a analizar, meticulosamente.
En la pausa para el café, Miguel, el encargado de mantenimiento, aprovecha que todos están en el bar y pasa como cada día por los laboratorios para comprobar el estado de los instrumentos, si ve alguna reparación pendiente, en fin, hace una revisión general. En el laboratorio de proyectos se entretiene un poco más: coloca unas microgotas de una sustancia amarilla en los objetivos de los microscopios.
Volviendo del descanso, Alberto tiene que hacer las últimas observaciones y escribir las conclusiones. No se explica cómo las muestras han evolucionado mostrando ahora pigmentación amarilla. Lo comprueba en los dos microscopios. El tutor del proyecto le recrimina:
– Has de ser más cuidadoso, Alberto. Tendrás que repetir el paso anterior.
– Pero eso significa una hora más…
– Sabes que necesitamos urgentemente estos resultados, y ya tuvimos problemas ayer.
Alberto se pone a ello, pensando cómo se lo dirá a Rosa. Pero a la hora de salida no le hace falta decir nada: viéndolo con la bata puesta y la mirada cabizbaja Rosa tiene suficiente.
– Hasta mañana Alberto.
En la puerta de la calle se encuentra a Miguel:
– ¡Hola Rosa! Si hoy tampoco tienes nada que hacer… repetimos las birras de ayer?
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