-No seas gallina Ernesto!
-No me gusta ese juego.
Pero al final Ernesto accedió y fue con los demás al cementerio, donde acudían para ambientarse.
Era el juego de las lápidas. Se trataba de sacar por sorteo una fecha, que se suponía como fecha de muerte, para inventarse un epitafio según la vida que imaginaban tener.
-Alberto: 7 mayo de 2038. ¡¡Epitafio!!
-Hmmmm, con 38 años!… pues habré sido corresponsal de guerra y me dio una bala mientras cubría una noticia. En mi lápida dirá “Aquí descansa un intrépido aventurero que murió con la cámara en la mano”.
-Miguel: 30 de enero de 2082. ¡¡Epitafio!!
-“Pasó su última Navidad rodeado de sus numerosos nietos”
-Ernesto…
-Yo paso, me marcho -dijo Ernesto, y se dirigió hacia la salida abriéndose paso en la oscuridad con su linterna.
-Venga, que sólo es un juego!
-…24 de septiembre de 2015…
-Eso es mañana -dijo flojito Miguel.
-…¡¡Epitafio!!
-Iros a la mierda! -vociferó Ernesto saliendo del recinto, mientras el campanario de la ermita empezó a tocar la nueva hora: 12 campanadas.
Lo siguiente que oyeron fue un grito ahogado por el chirrido de un brusco frenazo.
- Presentat a Esta noche te cuento (al relat hi ha d’aparèixer un “epitafio”).
29 gener 2016 a les 21:08
Són epitafis premonitoris!!!
Sembla que senyalin el destí de cada amic i que Ernesto tingués la certesa de no poder fugir del seu “aciago” futur; per això tė tanta por.
Bon relat amb poques paraules i mantens fins al final el suspens.
Felicitats.
24 gener 2016 a les 23:16
Siiiiiii, que negruzco!!!! Ser un amargat pot ser perillós, si! jejjejejeje
29 gener 2016 a les 21:12
… Deixo una nota per afegir un somriure al “negruzco” que transmet el relat:
us heu fixat en l’epitafi que deixa l’Ernesto per a la posteritat? 😉