PETITES HISTÒRIES


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El hombre íntegro

Era de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad y por ello iban a condecorarlo. En la comisaría era difícil saber en quién se podía confiar, pero él no presentaba dudas, siempre perseguía la verdad. El día de la ceremonia al ponerle la insignia, la aguja, previamente empapada en veneno de efecto lento, no se clavó en la ropa sino en su pecho. Ya no entorpecería más las investigaciones con sus interminables preguntas.