PETITES HISTÒRIES


Deixa un comentari

Estilismo

Una pena lo del barbero… Pero tal y como había ido todo, el señor José no podía durar mucho más en ese estado.

La verdad es que nos gustaba ir a aquel bosque. Era tan frondoso que en verano nos daba buena sombra y en invierno evitaba que corriera mucho aire. Cuando los niños jugaban a esconderse tras las plantas, no los veíamos durante horas. A los pequeños incluso les asustaba adentrarse solos por sus caminos, tenían miedo a desorientarse y no saber encontrar la salida. Se cuenta que una vez se perdió allí una niña y no apareció hasta dos días después, pero yo nunca me he creído esa historia.

Bueno, vayamos al principio. Todo empezó cuando el señor José, calvo como una bola de billar, decidió cambiar de aspecto. Se cansó de las bromas de mal gusto que le hacían constantemente y pidió consejo a su barbero. Los champús que le recomendó no surtieron efecto alguno, así que siguió buscando, esta vez por internet. Llegó a una página web con una receta a base de fertilizantes usados en plantaciones de transgénicos. Y en dos semanas le creció el imponente bosque que tanto éxito ha tenido.

Pero claro, viviendo al lado de la escuela, recibía tantas visitas por las tardes, con tantos pequeños diablillos correteando arriba y abajo, que acababa con dolor de cabeza. El médico le dijo que para librarse de esas jaquecas sólo veía una solución: acudir al barbero. Por eso ahora todos estamos un poco tristes, al quedarnos sin esa porción de naturaleza que disfrutábamos sin movernos de la gran ciudad. El señor José, por su parte, se encuentra mucho mejor. Dice que va a procurar quedarse con parterres nada más y ha decidido que para ello usará el cortacésped a diario.



1 comentari

Girar full

La vella llibreta en porta el compte…

Hi té apuntat cada vespre que el pare tornava begut i els esbatussava a tots: mare i germans, amb una pàgina dedicada al cinturó que li marcava l’esquena quan, per ser ell el gran, li intentava plantar cara. En un altre full hi ha les vegades que el capellà de l’escola volia “jugar amb el seu ocellet” tot evitant mirar-lo a la cara, o fer “entrar el seu aguiló a la cova” mentre el subjectava per l’esquena. Més endavant anotava els dies que els grans de l’institut l’havien avergonyit quan li prenien la roba i havia de sortir nu del vestidor, passant entre les noies que se’n burlaven rient escandalosament.
Per fi va créixer deixant tot allò enrere.

Ara ha girat full, i a la llibreta hi escriu altres coses: un palet per cada brètol que apallissa, una creu per cada noia que viola i una marca especial per cada desgraciat que mata.