Los jadeos que le llegan del otro lado de la pared le ponen taquicárdico. Y es que su habitación toca con la de los vecinos y las paredes no son como las de antes.
Desde que llegaron Juan y Lorena no sabe qué hacer.
A veces se va de casa, como el día que oyó a Lorena preguntar a Juan por su body con bordados en las zonas erógenas, tapándole los ojos y haciéndole reseguir los dibujos con los dedos y la lengua.
Pero hoy llueve y no le apetece salir.
La pareja ha empezado suavemete, con gemidos y risitas, y se ha ido animando.
Él por su parte ya ha puesto música, se ha ido un rato a la cocina, luego ha encendido la tele y ahora quiere echar una siesta, pero todavía siguen de fiesta.
Se resiste, aguantando la tentación de ceder a sus impulsos, cuando le llega claramente la voz de Lorena: “Juan, rodéame los pezones de nata, será la vegetación de mis volcanes. ¿Vendrás a erupcionar entre mis cimas?”
Y no puede más. Se desabrocha los pantalones y empieza a jugar él también, incrementando la velocidad acorde con los golpes rítmicos que le devuelve la pared.
Cuando terminan, al parecer los tres a la vez, se siente mal. Avergonzado, se viste, se pone el alzacuello blanco y sale con el tiempo justo para llegar a misa de 8.
Por el camino piensa que tendrá que cambiar de piso.
O quizá no.
- Presentat a II Concurso de microrrelatos eróticos Labios de neón.
4 Agost 2017 a les 13:28
Els instints bàsics no fan diferències entre professions……. Molt bo, Carme!