Un hombre, con la desesperanza pintada en el rostro, observa el interior de una papelera en la avenida. Absorto, mira sin mirar pensando por dónde se escaparon su vida, sus oportunidades, sus anhelos… por qué caminos llegó a su actual rincón bajo el puente. Impotente, llora.
La penetrante mirada de desprecio de una transeúnte le atraviesa el alma, cual puñal clavándose en su cuerpo, y lo saca del ensimismamiento. A través de las lágrimas busca bollos y bocadillos que tiran los escolares a medio comer. Esta vez ha habido suerte, no cayeron sobre excrementos de los chihuahuas que pasean las asistentas.
- Presentat a la proposta Primavera de Microrrelatos Indignados 2017 (Desigualtats socials i econòmiques).
Trobareu més relats indignats al blog de l’organitzador -Miguel Torija- : La colina naranja