Alberto veraneaba en un pueblo costero en casa de sus abuelos. Ese día, como tantos otros, se reunió con sus amigos en la playa donde se dedicaban a la construcción de elaborados castillos en la arena. A Alberto le encantaba excavar el foso. Se lo tomó tan en serio que siguió creando un túnel mientras los demás se fueron a por un helado. Llevando ya un buen boquete, aterrizó a su lado una gaviota blanca que se metió dentro diciendo: “¡Es muy tarde, es muy tarde!” y desapareció de su vista. El chico la siguió mientras le preguntaba: “Oiga, ¿no tendría que ser un conejooooo?”
Gaviota y niño cayeron por el agujero hasta llegar a un campo de anémonas y corales en el fondo del mar. En seguida Alberto buscó la botellita para beber, tenía ganas de probar la elasticidad de su cuerpo. Decepcionado al no ver ninguna pensó que le estaban estafando un par de capítulos cuando, unos pasos más allá, detrás de una especie de nube negra, escuchó una acalorada discusión. Al acercarse pudo constatar que la supuesta cortina negra era tinta. Un calamar, una sepia y un pulpo estaban debatiendo sobre Continua llegint