Tras cinco años instruyéndose, Martín volvió a su villa natal convertido en maese para encargarse de la educación de los hijos del barón. Durante ese tiempo no se preocupó de formar una familia pero, de vuelta a casa, seguro que sus padres no cejarían en su empeño de emparejarlo con alguna moza del lugar. Su madre pensó que podía dedicar el verano a visitar los pueblos cercanos en fiestas, donde las muchachas lucirían sus mejores galas. Sus progenitores se sorprendieron cuando les presentó a Elvira, de una aldea vecina, como su prometida para un pronto casamiento, pues se oían muchas habladurías sobre ella. A Martín no le importaban en absoluto. Tampoco valoraba en exceso su bello rostro y su esbelta figura. Lo que más apreciaba de ella era su discreción. Por ello acordaron que podría seguir, en contadas ocasiones y con el máximo disimulo, con sus actividades anteriores que la habían dejado en la actualidad en un estado ciertamente delicado. Martín se congratuló: tendría el trabajo ya hecho y sería la tapadera perfecta para que a él no se le viera la pluma.
- Presentat al III Concurso de microrrelatos “La toalla del boxeador” (paraules a incloure: “verano” i “pluma”).