Siempre lo habían pintado como a un chico conflictivo, y eso era algo con lo que no estaba de acuerdo. Más bien consideraba que el mundo se confabulaba contra él. Ya en el insituto le culparon del robo de unos microscopios. A pesar de que no lo pudieron demostrar, por no encontrar pruebas concluyentes, esa acusación quedó en su expediente. Luego, la chica de quien estaba enamorado no quería ni verlo porque se contaban de él muchos defectos y ninguna de sus virtudes. La gota que colmó el vaso llegó cuando le quisieron cargar con la muerte accidental de una anciana. Se explicó como un tirón de bolso que la hizo caer y golpearse con muy mala fortuna. Entonces se dio cuenta: la culpa era de quienes construían el relato. Esta vez sí que fue a por alguien. Se levantó desde esas letras de imprenta y liquidó a los guionistas. A partir de ahí, su historia la escribiría él mismo.
- Presentat al I Concurso de microrrelatos “Gata negra”.