Son negros. Y pequeños, sí. Pero son muchos y no paran de moverse. Suben por mis sandalias, pasan entre los dedos de mis pies y siguen hacia arriba por las piernas. Luego, no sé cómo, los siento dentro: por mi estómago, en mi torrente sanguíeno que late a trompicones o paseando por los orificios de la nariz. Se quieren asomar a mis ojos, que cierro muy fuerte. Entonces se van a un lado de mi cabeza, después al otro, y consiguen que todo me dé vueltas.
Mi madre dice que me llevará hoy al médico al acabar las clases, aunque yo así no quiero salir de casa, me niego a ir al instituto. Tampoco dejo que se me acerque, le digo que le voy a traspasar bichos, que me sobresalen por todas partes, que se pondrá tan mala como yo. Soy incapaz de comer. En cuanto abro la boca se me llena de bichos al momento y no puedo tragar nada. Hace unos días que me pasa. Desde que el imbécil de turno dijo en biología que repartidos en mi cuerpo podrían vivir infinitos enjambres de insectos distribuidos en multitud de ecosistemas. Y la clase entera se rio. Como siempre.
- Presentat a Esta noche te cuento (condició: tema bichos).