Ella era la primera que se atrevía a navegar en solitario por aquel océano. Siempre había sido una aventurera. No le gustaba oir que había cosas que no podía hacer por ser quien era, así que muchas veces se saltaba las convenciones establecidas por su entorno y se marcaba metas que otros veían inalcanzables.
Decidida como estaba, partió. Todo parecía ir bien, su nave se mantenía estable y seguía el rumbo fijado. Ella permanecía alerta, atenta a cualquier cambio. Con cierta preocupación detectó unas oscilaciones en la superficie del agua. De golpe se desató una terrible tormenta que casi hizo volcar su embarcación. Se aferró con todas sus fuerzas a ella y aguantó como pudo.
Finalmente el niño dejó de chapotear en el gigantesco charco que cubría el gran patio trasero de la casa. Entonces, la intrépida hormiga sobre su hoja consiguió llegar sana y salva al otro extremo junto a la valla, dejando atónitas a sus compañeras de hormiguero al explicarlo a su vuelta días después cuando, una vez salió el sol, se secó el improvisado océano.
[Enllaç al relat al blog ENTC]