Los recuerdos de la abuela se fueron difuminando poco a poco, hasta perderse en el laberinto de su mente. Sin ese ingrediente tan especial que ella añadía al cocinar, algunas recetas no sabían igual. A todos nos encantaban las croquetas de ir a merendar al río y las de pasear al sol entre las flores del patio. Nos hacían sentir allí. Su plato más espectacular: las empanadillas de fiestas del pueblo en sus años mozos. A veces, le invadía la melancolía y recordaba cuando murió el abuelo. Entonces apartaba aquella masa y decía que se la quedaba para ella. Como alternativa nos preparaba tortilla de alegría, pues los huevos también eran singulares porque mi abuela cantaba al tirar el grano a las gallinas.
- Presentat al IX Microconcurs La Microbiblioteca.