«No hay tiempo que perder», dice mi abuela. «¡Apúrate, ya empiezan! Es tu primera fiesta de los muertos desde que llegaste a México, cuando enfermé y tus padres volvieron para cuidarme. Te gustará.» Me coge de la mano para ir al patio. Está muy bonito, lleno de flores, comida y juguetes. Delante del altar señala: «Mira esas calaveras dulces» y me hace leer el nombre que llevan en la frente. Me esfuerzo con las letras y, sonriendo, digo: «Pe-dri-to». Es una pena que papá y mamá no me hayan oído, porque se alegrarían mucho y quizá así dejarían de llorar delante de mi foto.
- Presentat a XIV Edición de Relatos en cadena amb la frase inicial donada: “No hay tiempo que perder” (19/10/2020).