No podía dejar de llorar. Su padre, un empresario emprendedor, vio posibilidades de negocio. Llevó a su hija a un terreno donde en un santiamén excavaron un hoyo, que pintaron de azul, y la niña lo llenó con sus lágrimas. Un par de toboganes con curvas y a cobrar entrada. Como seguía con el berrinche, aprovecharon para completar el parque acuático con tres piscinas más. Hasta que el hermano le devolvió el globo rojo y paró de llorar.
- Presentat a XIII Edición de Relatos en cadena amb la frase inicial donada: “No podía dejar de llorar” (16/9/2019).
10 gener 2020 a les 19:00
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